¿Cómo se masturba la comunidad de Platanomelón? ¡Descúbrelo!
Hicimos una encuesta de masturbación entre la gente de...
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¿Cómo se masturba la comunidad de Platanomelón? ¡Descúbrelo!
Hicimos una encuesta de masturbación entre la gente de nuestra comunidad y... ¡ya tenemos los resultados! Nos encantó leer vuestras respuestas para conoceros un poco más, y queremos compartirlas con vosotrxs.
En Platanomelón tenemos una misión: que todo el mundo pueda explorar su placer y su sexualidad (ya sea a solas o en compañía) de forma sana y sin prejuicios ni tabúes.
Lo primero... ¿qué edad tienen nuestrxs encuestadxs?
Pues, por suerte, ¡tenemos una comunidad bastante variada! De hecho, hemos recibido respuestas de personas desde 20 años hasta 66, lo que nos permite conocer los hábitos de masturbación de grupos generacionales supervariados.
Orientación sexual de lxs encuestadxs
La orientación sexual de las personas que han participado en este estudio de la masturbación es mayoritariamente heterosexual, seguido por un 23 % de personas bisexuales y en menor medida homosexual u otras orientaciones (como puede ser demisexual, asexual…).
Edad a la que empezaron a masturbarse
La edad media a la que empezaron a masturbarse lxs encuestados fue a los 15 años. Sin embargo, llama la atención la diferencia entre personas con vulva y personas con pene... Mientras las personas con pene empezaron a masturbarse con una media de 13 años, ¡las personas con vulva empezaron alrededor de los 16!
Esta brecha pone en evidencia el tabú en torno a la masturbación que sufren sobre todo las personas con vulva en su juventud, lo que conlleva un conocimiento de sus cuerpos y de su placer más tardío. ¡Aunque, por suerte, esta tendencia es cada vez menor!
Frecuencia semanal de masturbación
La media general de masturbación es de 4 veces a la semana. ¿Qué te parece? Sobre todo, nunca tienes que sentirte mal por considerar que te masturbas “demasiado” o “muy poco”. Siempre que te sientas a gusto con tus hábitos de masturbación y lo hagas porque te apetece, ¡está bien!
De nuevo, aquí vemos un desequilibrio entre las personas con pene (5 veces semanales) y las personas con vulva (3 veces semanales). Este dato, de nuevo, evidencia la influencia de los prejuicios sociales en torno a la masturbación de las personas con vulva.
Tiempo dedicado a la masturbación
Ante todo, que sepas que no hay un tiempo “adecuado”. Habrá veces que quieras tomártelo con más calma y dedicarle más tiempo a ese momento contigo mismx y otras veces que sea cuestión de pocos minutos... ¡Veamos cuánto tiempo suele dedicarle nuestra comunidad a la masturbación!
Masturbación con juguetes sexuales
¡Los juguetes eróticos son potenciadores del placer! Por eso, teníamos curiosidad por saber hasta qué punto los incluís en vuestras sesiones de masturbación... ¡Y hemos visto una diferencia abismal entre personas con pene y personas con vulva!
Parece que las personas con pene aún tienen un largo camino de descubrimiento del potencial de los juguetes sexuales por delante.
Masturbación en pareja
Masturbarse en pareja puede tener muchos beneficios, y es que la masturbación es una gran oportunidad para guiar a nuestra pareja por nuestros puntos de placer y potenciar así la excitación... ¿cuánto creéis que practica la gente la masturbación en pareja?
Además, ¿sabías que la mayoría de nuestra comunidad (53,7 %) no disminuye su frecuencia de masturbación cuando está en pareja?
Recursos para la masturbación
La excitación es un ingrediente esencial a la hora de masturbarnos... ¿Y de qué tira nuestra comunidad para ponerse a tono?
Pues... en este caso, la diferencia entre los recursos de las personas con pene y las personas con vulva es bastante sustancial: mientras las personas con pene recurren más a la pornografía, las personas con vulva tiran más de imaginación.
Curioso, ¿no?
¿Cuáles son los motivos principales por los que se masturban?
Pues, por supuesto... ¡EL PLACER! Aunque puede haber muchos motivos por los que nos masturbamos, el placer es el motivo por excelencia.
Autoconocimiento a través de la masturbación
Y, por último, ¿piensa nuestra comunidad que la masturbación les ha ayudado a conocer más su placer y mejorar así sus relaciones sexuales?
¡Pues un 94,4 % de los encuestados piensan que sí! Y es que, ¿qué mejor manera hay de conocer nuestro propio cuerpo y nuestros puntos de placer que la autoexploración?
Por este motivo y por muchos más, ¡manos (y juguetes) a la obra y FELIZ SEMANA DE LA MASTURBACIÓN!
El 26 de abril se celebra en España el día de la Visibilidad Lésbica.
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Existen muchos mitos alrededor de las lesbianas... ¡desmontémoslos!
El 26 de abril se celebra en España el día de la Visibilidad Lésbica, que pretende reclamar la igualdad de derechos y oportunidades de las personas lesbianas.
¿Por qué es necesario dar visibilidad al colectivo lésbico?
Las mujeres han sido invisibilizadas a lo largo de la historia (y por desgracia aún a día de hoy), y más aún las que tienen una orientación sexual que se sale de la norma.
Por tanto, las relaciones sexuales vulva-vulva también han estado fuera del diálogo social. Esto ha generado una falta de referentes, pero, a la vez, ha dejado espacio para construir prácticas de placer más fluidas y libres.
Lo que no se muestra, no existe de cara a la escena pública. Por eso es tan importante dar visibilidad a este grupo poblacional: para derribar tabúes, mitos y estereotipos y educar a la sociedad frente a la confusión entre términos independientes como son la expresión, la orientación y la identidad sexual.
Puntos de acción para asegurar los derechos de las lesbianas
La identidad lésbica, como la de cualquier identidad ajena a la heteronormatividad, se ve afectada por el estigma y la discriminación. Es importante se apoyen políticas que aseguren un entorno seguro y libre para las personas pertenecientes a estos colectivos históricamente invisibilizados.
Es fundamental que se tenga en cuenta la diversidad de orientaciones a la hora de proporcionar una atención médica, sexual y mental adecuada, ya que puede conllevar unas necesidades específicas (información de educación sexual, de protección frente a las ITS, de atención psicológica específica frente a la discriminación y la violencia homófoba...).
Es muy importante asegurarnos de que las mujeres lesbianas cuenten con todos los recursos para ser componentes de la sociedad de pleno derecho: libres de discriminación en el ámbito laboral, público y privado.
Derribando mitos sobre las personas lesbianas
No es una fase
La orientación sexual no es una fase, ni un periodo de “experimentación” que se vaya a pasar con el tiempo. La orientación sexual es una cuestión muy personal y no está en manos de nadie más que las nuestras propias el definirla en cada momento.
De hecho, los pensamientos o comentarios tipo “ya se le pasará” son una forma de violencia hacia las identidades y orientaciones que se salen de la heteronormatividad.
No significa que odien a los hombres
¡La orientación sexual no tiene nada que ver con tu aceptación hacia el género por el que no te sientes atraídx! Es como decir que un hombre cis hetero odia a otros hombres cis solo porque se siente atraído por las mujeres... Ridículo, ¿no? Pues eso.
No se besan en público porque quieran un trío
Si muestran su amor públicamente es porque no tienen nada de lo que avergonzarse y no tienen por qué ir escondiendo sus muestras de afecto... ¡No porque quieran ser el objeto sexual de nadie!
Históricamente la sociedad ha sexualizado las relaciones entre mujeres, negándoles sus propios deseos para pasar a convertirlas en el blanco del deseo masculino.
Sus prácticas sexuales SÍ son sexo
A la cultura heteronormativa le cuesta aceptar que puede existir el sexo sin la intervención de un pene y sin que haya penetración. Por suerte, el sexo cada vez se concibe de una forma más plural y, aparte de contemplar otras sexualidades más allá de las parejas pene-vulva, se empieza a entender que el sexo no es solo coito.
Sea cual sea tu orientación sexual, mereces ser vistx y respetadx... ¡Feliz día de la Visibilidad lésbica!
Finalista del concurso de microrrelatos
Me crucé a mi primer amor una calurosa tarde de primavera. Lo vi a través del cristal de una de las múltiples tiendas de la ciudad y no pude evitar ir hacia él.
Quizá fue la estación lo que me llevó a hacerlo y sin pensarlo demasiado. Entré rápida hacia él y unos minutos más tarde ya estábamos yendo hacia mi casa.
Cuando llegamos, fuimos directos hacia la cama. Fue mágico. Acariciaba cada centímetro de mi piel suavemente, haciéndome sentir un cosquilleo al acercarse a mis zonas erógenas, un cosquilleo que me pedía que le gritase: "Sigue, por favor".
Tomaba mis curvas a la perfección, como si siempre las hubiera circulado, haciéndome sentir un placer desconocido en la simpleza de las caricias. Aprovechó cada movimiento, cada zona, cada ángulo, cada escondite, cada centímetro... Hasta el orgasmo.
Acabamos cuando la luna ya se veía por la ventana y el sol primaveral se había escondido.
Así que una vez acabado con mi primer amor, lo lavé, lo puse a cargar y me fui a duchar antes de hacer la cena.
Esteban Liñares Barral
Finalista del concurso de microrrelatos
Me crucé a mi primer amor una calurosa tarde de primavera. Su presencia era magnética, mi deseo, irrefrenable. La había soñado tantas veces que me parecía conocerla de toda la vida, pero nunca había visto su rostro en la realidad: al fin estabas allí, tan real como el sol que brillaba sobre nuestras cabezas.
La tarde continuó avanzando y nuestras palabras se deslizaron como serpientes por el aire caliente y húmedo. Cada vez que ella se movía, un escalofrío de anticipación se extendía por mi piel.
Me sentía como si estuviera en una habitación cerrada sin aire, como si estuviera en peligro de muerte, mi corazón latiendo tan fuerte que parecía que iba a explotar en cualquier momento.
Cada vez que nuestras pieles se rozaban, la electricidad me recorría como un rayo, haciéndome temblar y anhelar más. Las palabras que salían de mi boca parecían tan vacías en comparación con el fuego que ardía dentro de mí… No podía esperar más, necesitaba que sucediera algo, cualquier cosa. Mi cuerpo se tensaba, buscando una liberación de esa ansiedad que me estaba consumiendo.
TRUENO Y FUEGO
Y cuando la lluvia llegó, cayendo sobre nosotros como una bendición, nuestras miradas se encontraron. Lo supe. Nos acercamos y nos besamos con el ansia de aquellos que han esperado años para entregarse al éxtasis liberador. Nos devorábamos como si no hubiera un mañana mientras nuestros cuerpos se unían en una danza lujuriosa y ancestral.
Mis manos se deslizaban por su piel sudorosa, explorando cada curva y cada rincón de su cuerpo, mientras los gemidos se mezclaban con el sonido de la humedad. La lluvia arreciaba sobre nosotros, golpeando nuestros cuerpos con fuerza y haciendo que cada gota sonara como un opaco tambor en nuestra piel.
La noche nos sorprendió abrazados bajo la lluvia, experimentando cada una de nuestras fantasías más profundas y salvajes. El viento soplaba con fuerza, haciendo que los árboles se agitaran como si estuvieran poseídos por la misma pasión que nos consumía mientras los relámpagos iluminaban la noche, dándonos vislumbres de nuestros cuerpos entrelazados y de los rostros de éxtasis que compartíamos.
La electricidad estaba en el aire, literal y figurada. Nada podía detener el fuego que ardía entre nosotros. La lluvia seguía cayendo, refrescando nuestros cuerpos, tan calientes como brasas ardientes. Cada gota que caía solo aumentaba nuestra excitación, y nuestros cuerpos se movían juntos en la endiablada danza bajo el diluvio de Dios. El sonido de nuestras respiraciones entrecortadas se mezclaba con el sonido de la lluvia: una sinfonía de placer que solo alimentaba nuestro deseo.
CATARSIS
Cuando la lluvia se calmó y los truenos disminuyeron, nos quedamos abrazados, exhaustos, felices. Todo lo que quedaba ahora era el silencio y la calma que seguían a la tormenta.
Incluso ahora, años después cada vez que escucho el sonido de la lluvia, puedo sentir el calor de su cuerpo contra el mío, y el tacto de sus dedos en mi piel.
DeLarge
Finalista del concurso de microrrelatos eróticos
Me crucé a mi primer amor una calurosa tarde de primavera y no pude mirarle a los ojos.
Tampoco me hizo falta, reconocería hasta en el más profundo infierno el aroma a vainilla y cedro de su cuello, tan meticulosamente pensado, tan poco sutil como inconfundible.
Me crucé con ella pero no, no le dirigí ni una mísera palabra. ¿Cómo podría, mi amor? Si sé lo que hago cada vez que te recuerdo. Si mi lubricación sigue llevando tu nombre.
Cómo hablarte sin contarte que pienso en tus dedos cuando otros me rozan. Que detesto beber tequila si no es desde tu ombligo. Que el sudor no me excita si no es el de tu piel y que aún veo tu sello rojo en mi cigarro.
Cómo podría mirarte sin pensarte desnuda, agitada, excitada con el calor de mi aliento y el roce de mi lengua. Cómo decir "hola" si sueño con susurrar "córrete".
Cómo podría hablar ahora que el maldito aroma de tu cuello ha vuelto a cortar mi respiración.
Finalista del concurso de microrrelatos eróticos
Me crucé a mi primer amor una calurosa tarde de primavera. Llevábamos sin vernos desde el instituto. Ella se había mudado a Barcelona a estudiar un grado en filosofía; yo, a Granada.
Desde entonces no habíamos vuelto a coincidir, y tampoco habíamos intercambiado más que unos mensajes cordiales de vez en cuando. Hacía mucho que no sabía de ella, y me sorprendió gratamente ver que se había dejado flequillo y que parecía más feliz. Éramos dos personas muy distintas a las que se habían despedido varios años atrás.
Y justamente en eso pienso (en la poca frecuencia con la que habíamos hablado y en lo mucho que debíamos de haber cambiado las dos con los años) mientras escucho sus gemidos ahogados en mi oreja, acompañados de su aliento caliente y húmedo y el maravilloso sonido que hace su cuerpo al frotarse con el mío.
Es increíble lo que unas cuantas cervezas y un poco de sol primaveral le hacen a una en la cabeza. Pocas horas antes habíamos estado charlando alegremente, después de encontrarnos por casualidad en la plaza, con una jarra bien fría en la mano y con los ojos muy fijos la una en la otra. Ahora, encerradas en el minúsculo baño del bar donde estábamos bebiendo, la aprieto contra mí y la toco sin molestarme en quitarle la ropa. —No sé cómo he vivido todo este tiempo sin que me tocaras —jadea, levantando la cabeza para que le bese la curva de la mandíbula.
Yo tampoco lo sé. Todo este tiempo sin acariciar sus curvas, sus pliegues, sus labios. Sin besarle las clavículas y sin escucharla suspirar. ¿Cómo he vivido antes, y cómo se vive después de esto?
Le cubro la boca cuando su cuerpo alcanza el clímax y se sacude contra el mío. Le muerdo suavemente el lóbulo, con cuidado de no tirarle de los grandes pendientes de aro que lleva colgados, y dejo que se calme sentada en mi regazo. Respira agitadamente y apenas puede mantener los ojos abiertos; me parece lo más bello que he presenciado jamás.
No es hasta que alguien llama a la puerta que volvemos a la realidad en ese baño pequeño y sucio. Me doy cuenta de cuánto contrasta su vestido rojo con esas paredes oscuras y manchadas. Nos peinamos nerviosamente frente al espejo, nos colocamos bien la ropa y salimos del baño sin mirar a la persona que espera a entrar.
Mi primer amor, la chica más guapa que he visto jamás, la persona en la que he pensado noche tras noche durante los últimos años se sujeta a mí, pues aún le tiemblan un poco las piernas. Está sonriendo, y sospecho que el rubor de sus mejillas no es causado solo por el alcohol que anteriormente hemos bebido.
Me pregunto cuántas primaveras habré de esperar para poder tocarla de nuevo.
Ágata Jimena Murga
Primer premio del concurso de microrrelatos eróticos
Me crucé a mi primer amor una calurosa tarde de primavera. Adormecida todavía de la siesta, me dirigía a una cita que había conseguido a través de una aplicación móvil, sin muchas expectativas después de las últimas intentonas.
Parada en el semáforo, crucé la mirada con unos ojos azules que hacía demasiado tiempo que no veía y todo mi cuerpo empezó a reaccionar. No sabía si hacerme la despistada o saludar efusivamente, porque mis piernas estaban paralizadas.
Pero me reconoció y bajó la ventanilla y la conversación empezó a fluir y empezaron los pitidos de otros coches y... Y que si tenía planes, me preguntó. Y a mí se me olvidaron. Así que subí en el asiento del copiloto e intenté centrarme en lo que me decía, pero es que su voz seguía provocando demasiadas cosas en mí.
Fuimos a tomar algo y yo empecé a sentir más calor del que hacía. Noté cómo movía mi pelo más de lo habitual, cómo mordía mis labios después de la risa mientras miraba los suyos y la forma en la que mis bragas se mojaban más y más cada vez que me tocaba sutilmente el muslo.
"¿Nos vamos?", me preguntó, sonriéndome. Y yo le quería decir sí, pero que a cualquier sitio donde pudiéramos estar sin gente. Pero me disculpé y fui al baño y, cuando estaba lavándome las manos, vi la puerta abrirse y sus ojos mirándome fijamente. Sonreí de medio lado y supo que era una invitación.
Se acercó por detrás y empezó a besarme el cuello. Cerré los ojos y cuando me quise dar cuenta estábamos frente a frente. Intenté dar el primer beso pero no me dejó: eran resquicios de un juego que teníamos. La única regla era que antes de la boca, había que besar otras tres partes del cuerpo.
Sonrió con malicia. Le devolví la sonrisa: empezaba el juego. Comisuras de la boca, lo sé, casi trampa. Cuello. Recorrí con el índice desde su cuello hasta la parte baja de la camiseta. Se la subí. Sabía lo que venía a continuación, lo que iba a hacer. Nos seguimos conociendo demasiado bien.
Abrí lo suficiente el sujetador como para poder besar su pezón. Gimió. Y yo noté cómo los latidos del corazón se me colaron entre las bragas. No aguantábamos más, nos teníamos demasiadas ganas y...
Y me desperté. Con más calor del que hacía esa tarde. Me duché y me fui a mi cita. Por un momento, me descubrí buscando unos ojos en cada semáforo. Pero llegué al lugar de la quedada sin interrupciones del pasado.
No estaba mal, conversación interesante, sonrisa bonita. Quién sabe. Me reí de una anécdota y sin querer recorrí el restaurante con la mirada. Y joder. Esos ojos. Ahí estaban.
Se levantó y vino hacia mí. "Qué casualidad, he soñado contigo hoy" me dijo. Y me dio un beso en la comisura de los labios. Y entró en el baño, no sin una última mirada que me invitaba a ir detrás.
Maara Wynter
Tercer premio del concurso de microrrelatos
Me crucé a mi primer amor una calurosa tarde de primavera. Llevábamos mucho tiempo sin vernos y una conversación improvisada se hacía corta para ponernos al día. Me propuso tomar algo. Quedamos en vernos esa misma noche, pero yo no podía esperar.
De camino a casa no dejaba de pensar en él y recordar tantos momentos placenteros a su lado. Llegué a casa, cerré la puerta y me apoyé en ella.
Empecé a humedecerme por el ardor de la nostalgia. Fui con prisa a mi habitación, me senté en la cama, frente a un espejo, y me quité la ropa poco a poco. Me movía con delicadeza, seduciéndome.
Lamí mis dedos, sin apartar la mirada del espejo, y fui bajando por mi torso hasta detenerme en mis pechos. Humedecí mis pezones suavemente con la yema de mis dedos, dibujando en ellos formas de todo tipo, observando como una simple espectadora.
Pensaba en lo que quería hacerle esa noche. En lo que quería que me hiciera. Y seguía bajando lentamente. Mis sutiles gemidos empañaban el ambiente. Los dibujos de mi pecho ya no se distinguían con el sudor. Estaba muy excitada. No dejaba de mirar cómo mi cuerpo se agitaba impaciente, y yo jugaba con él. No podía esperar más.
Deje que mis dedos se deslizaran bajo mi abdomen y me saborearan. Me rocé poco a poco. Mi cuerpo temblaba y suplicaba que lo complaciera, y yo me miraba desafiante y hacía el juego más y más intenso.
Paseé mis dedos, casi como caricias, entre mis piernas. Me apiadé de mí y, con mucha calma, me fui dando lo que quería, incrementando la presión. Cada vez estaba más mojada y gemía más fuerte.
Pensaba en cómo le daría ese mismo placer a él. Imaginaba que eran sus manos las que me hacían retorcerme así. Sin darme cuenta, los dedos de mi otra mano pasaron de mi pecho a mi boca. Los relamí para que ellos me relamieran a mí. Fantaseaba con que no eran mis dedos lo que mi lengua degustaba. Iba a estallar.
Mi mirada afilada disfrutaba atentamente de cada movimiento y me pedía más, y yo cumplía sus órdenes. Deje mis dedos bien empapados y entré dentro de mí, mientras mi otra mano seguía tocándome, cada vez más veloz y apasionada.
Mordí mi labio inferior con fuerza y me abandoné en las sensaciones. Noté que el clímax se aproximaba y quise ver cada pequeño gesto que este me provocara, así que no deje de mirarme a los ojos mientras todo mi ser explotaba de placer.
Me dediqué una última mirada y me dejé caer rendida en la cama. Mi cuerpo seguía extasiado y mi mente reposaba en una nube.
Jadeaba por la energía del momento y sonreía fascinada cuando un ruido me despertó del trance en el que estaba. Era mi teléfono. Me levanté y corrí a alcanzar la llamada antes de que se colgara. "¡Hola! ¿Cómo vas? Yo ya estoy aquí.”
Violeta Ocaña
Finalista del concurso de microrrelatos eróticos
Me cruce a mi primer amor una calurosa tarde de primavera. Sólo podía pensar en Patricio, su rostro, su sonrisa y en esos ojos suyos que me transportaban a los confines más oscuros y perversos de mi ser.
Tan solo con recordar su mirada, mi cuerpo se estremecía y ardía en deseo. Por un momento traté de controlarme, pero era inútil, me sentía deseosa.Comencé a bajar la mano y jugar con mi cuerpo. En mi mente solo aparecía su rostro, sus labios, sus manos abrazándome con ternura.
Mi sexo estaba húmedo e hinchado a tal grado que el simple roce con mis dedos me estremecía. Empecé a moverme con intensidad mientras en mi mente imaginaba cómo él me tocaba, me besaba y me acariciaba de forma salvaje y deliciosa. Ya no quise controlarme.
Comencé a tocarme con delicadeza, pero de manera insistente, deseando que aquello no terminara. Pensaba en su respiración sobre mi cuerpo, en cómo besaba cada centímetro de mi desnudez, en las ganas de sentirlo dentro para unirnos en cuerpo y alma.
Sentí cada caricia y beso suyo como si estuviese junto a mí. Quedé atrapada en esa historia que yo creé. Introduje los dedos en mi sexo, mientras con la otra mano tocaba mis senos desnudos, todo se traslucía en la sábana que me cubría. No sé en qué momento me pasó, pero ya no había marcha atrás, cada caricia era suya y mía a la vez, cada estremecimiento me hacía sentir expuesta y ansiosa.
Nunca antes llegué a tal grado del éxtasis. No pude y no quise controlar los gemidos que emanaban de mi boca. Grité.
De nuevo, mientras recuerdo aquella ocasión, mis labios están húmedos y mi vulva caliente, mi cuerpo arde a tal magnitud que siento venir otra vez esa explosión.
Me derrumbo de placer, me tumbo sobre el colchón. Solo siento mis labios contraerse una y otra vez entre mis piernas, que no paran de temblar. Pero no me detengo: mis dedos ya no responden a mis órdenes, se mueven por propio deseo.
He olvidado a Patricio, aquella historia dentro del recuerdo, ahora solo pienso en lo bien que se siente esto, en que cada vez soy yo, soy este cuerpo que se da placer.
Siento cómo un orgasmo llega nuevamente y me contraigo, dejo salir un suspiro mientras mi cuerpo jadeante arde sobre la cama. Comienzo a esbozar una sonrisa mientras lloro de alegría, esto ha sido magia.
Me quedo mirando el techo, incrédula, cómplice de mí misma. Continúo desnuda sobre la cama, no quiero levantarme. Mi rostro sólo esboza una sonrisa llena de satisfacción.
...
Han pasado varios días desde aquella tarde y no dejo de pensar en ese momento. Cada parte de mi cuerpo tiembla solo al recordarlo, y mis labios se contraen mientras siento la humedad entre mis piernas. El recuerdo aviva algo dentro de mí, un cosquilleo recorre mi ser, y sin pensarlo me toco. Comienzo el juego. Este es mi delirio, mi frenesí, mi éxtasis.
Myriam Guadalupe Sandoval Rivera
Como cualquier otro grupo muscular, el suelo pélvico también debe ejercitarse
Ejercitar el suelo pélvico es una for...
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Como cualquier otro grupo muscular, el suelo pélvico también debe ejercitarse
Ejercitar el suelo pélvico es una forma efectiva de mejorar la salud y el bienestar en muchos aspectos de la vida cotidiana. Y es que tener un suelo pélvico fuerte y saludable tiene múltiples beneficios para personas de todas las edades y géneros.
Qué es el suelo pélvico y beneficios de trabajarlo
Se conoce como suelo pélvico al conjunto de músculos y tejidos que forman la parte inferior de la pelvis y que sostienen todos los órganos de esta zona: vagina, uretra, vejiga, útero y recto.
Con esta definición, ya te habrás hecho una idea de la importancia de tener un suelo pélvico sano y fuerte. Pero si todavía no estás muy convencidx, aquí te dejamos algunos beneficios de trabajar el suelo pélvico:
Aumenta el placer sexual
Un suelo pélvico tonificado puede aumentar la sensibilidad durante las relaciones sexuales y a experimentar orgasmos más intensos y duraderos debido a que sus contracciones son más prolongadas y fuertes.
Ayuda a tratar disfunciones sexuales
Como la dispareunia (dolor genital vinculado a las relaciones sexuales), vaginismos (tensión involuntaria de los músculos de la vagina) o disfunción eréctil.
Previene o mejora la incontinencia urinaria
Y también la incontinencia fecal o de gases y el estreñimiento. Tanto si sufres de incontinencia como si no, ejercitar tu suelo pélvico te ayudará a mejorarla o a prevenir sufrirla en el futuro.
Mayor estabilidad y equilibrio
Como parte del núcleo del cuerpo, un suelo pélvico fuerte puede ayudar a mejorar el equilibrio y la estabilidad, lo que será de gran utilidad a medida que envejezcamos.
Ayuda a la recuperación después del parto
Después de dar a luz, los músculos del suelo pélvico se debilitan, lo que puede derivar en problemas de salud. Por eso, ejercitarlos es esencial para que recuperen su función habitual.
Cómo sé si debo ejercitar mi suelo pélvico
En este punto, lo más importante es que no te autodiagnostiques. Como en todos los temas de salud, lo fundamental es ponerse en manos de especialistas que valoren nuestro estado y nos guíen.
En este caso, dichxs especialistas serían lxs fisioterapeutas del suelo pélvico.
Dicho esto, sí que hay algunas señales a las que puedes prestar atención a la hora de saber si debes acudir al fisio para ejercitar tu suelo pélvico:
1Si sientes incontinencia urinaria o de gases.
2Si sufres estreñimiento crónico.
3Si sientes dolor durante las relaciones sexuales o presión o dolor en la zona pélvica.
4Si estás embarazadx o acabas de pasar por un embarazo.
Valoración de suelo pélvico
Seguro que te preguntas en qué consiste esta valoración. Pues aquí te dejamos los puntos esenciales para examinar el estado de tu suelo pélvico.
Entrevista clínica
Lo primero será responder a una serie de preguntas relacionadas con la vida sexual, la micción, la defecación, la alimentación, la actividad física, historial ginecológico y andrológico, etc. de la persona. De esta manera, lxs especialistas podrán hacerse una idea inicial de su estado de salud.
Valoración postural
La postura corporal también repercute sobre la pelvis y el suelo de la pelvis. Por eso, antes de pasar a la camilla, se hará una valoración de la postura de la persona a examinar.
Exploración externa
El siguiente paso será examinar la zona genital desde el exterior: el color, los tejidos y las contracciones para valorar la fuerza de los músculos a nivel visual.
Valoración vaginal y/o rectal
Ahora sí, toca valorar el estado de los músculos desde el interior, ya sea de la vagina o del recto, así como la posición de los mismos, para asegurarnos de que se mantienen en su sitio.
Diagnóstico
Por último, la persona que te ha examinado te informará sobre lo que ha encontrado. En este punto te dirá si debes trabajar tu suelo pélvico y cómo hacerlo de forma correcta.
La valoración de especialistas y el posterior trabajo muscular te permitirá aumentar el bienestar en muchos aspectos de tu vida. Si quieres saber más sobre cómo ejercitar tu suelo pélvico, pásate por este artículo.
Segundo premio del concurso de microrrelatos eróticos
Me crucé a mi primer amor una calurosa tarde de primavera. Al principio, fingí no verlo y miré el móvil para disimular. Pero él sí me vio. Clavó sus ojos en mí de esa forma tan suya, que no admitía ser pasada por alto.
Yo apresuré el paso y me metí en la boca de metro, seguida por él a cierta distancia. Pese a no verle la cara, sabía que estaba sumamente divertido por nuestro juego. Bajé las escaleras mecánicas que se hundían en la ciudad y me subí al tren.
Por el rabillo del ojo, vi que él se montaba en el último momento, entonces me di la vuelta y lo confronté. Se encontraba a unos pasos de mí y nos miramos, retadores. El metro arrancó y me agarré a la barra sin apartar la vista de él. Estábamos rodeados de gente, pero sentía que nos encontrábamos solos en el vagón traqueteante.
Decidí sentarme. Él sonrió y avanzó hacia mí, sorteando pasajeros hasta colocarse enfrente. Yo estaba sentada y él de pie, por lo que mis ojos no tenían más remedio que mirar su entrepierna, que me pareció ligeramente abultada. Una mujer a mi lado se levantó en la siguiente parada y él ocupó el asiento sin mirarme, como si no me conociera.
Y entonces empezó el juego de verdad. Cuando el tren arrancó, su mano empezó a acariciarme la pierna, con suavidad, casi como por accidente. Sus dedos, fuertes y flexibles, fueron subiendo muy, muy despacio. Yo tuve un momento de pánico y pensé en apartarle, pero su contacto era demasiado tentador y en su lugar lo tapé con el bolso. Con pericia, me desabotonó el pantalón e introdujo la mano dentro.
Comenzó el infierno. Estábamos en un lugar público y mi excitación me hizo sonrojar. Sus dedos alcanzaron mi clítoris y yo clavé las uñas en el asiento. Me di cuenta de que la presencia de los demás pasajeros y el riesgo de que cualquiera nos descubriera en cualquier momento me ponían a mil. Mi respiración se agitaba, mi corazón latía con fuerza…
Él lo sabía y no paraba. Miraba hacia el frente como un pasajero más mientras su mano se agitaba dentro de mis bragas. Sus dedos frotaban mi clítoris, cada vez más fuerte… cada vez con más intensidad… Abrí las piernas todo lo que pude… El tren iba a parar y yo… yo no quería… pero estaba… a punto de…
Me corrí. El placer me inundó y me mojé entera y mojé el asiento del metro. El orgasmo duró varios segundos, durante los cuales me dejé llevar y dejé que el chirrido de los frenos del metro ahogara mis gemidos, que ya no podía ni quería reprimir.
Por fin terminó, justo cuando el vagón se detuvo. Sin aliento y muerta de vergüenza, miré a mi acompañante, que extrajo la mano y se puso en pie.
—Te veo en casa —me dijo con una sonrisa antes de bajarse del tren.
Laura Vizcay Nespral