Finalista del concurso de microrrelatos eróticos
Me crucé a mi primer amor una calurosa tarde de primavera. Llevábamos sin vernos desde el instituto. Ella se había mudado a Barcelona a estudiar un grado en filosofía; yo, a Granada.
Desde entonces no habíamos vuelto a coincidir, y tampoco habíamos intercambiado más que unos mensajes cordiales de vez en cuando. Hacía mucho que no sabía de ella, y me sorprendió gratamente ver que se había dejado flequillo y que parecía más feliz. Éramos dos personas muy distintas a las que se habían despedido varios años atrás.
Y justamente en eso pienso (en la poca frecuencia con la que habíamos hablado y en lo mucho que debíamos de haber cambiado las dos con los años) mientras escucho sus gemidos ahogados en mi oreja, acompañados de su aliento caliente y húmedo y el maravilloso sonido que hace su cuerpo al frotarse con el mío.
Es increíble lo que unas cuantas cervezas y un poco de sol primaveral le hacen a una en la cabeza. Pocas horas antes habíamos estado charlando alegremente, después de encontrarnos por casualidad en la plaza, con una jarra bien fría en la mano y con los ojos muy fijos la una en la otra. Ahora, encerradas en el minúsculo baño del bar donde estábamos bebiendo, la aprieto contra mí y la toco sin molestarme en quitarle la ropa. —No sé cómo he vivido todo este tiempo sin que me tocaras —jadea, levantando la cabeza para que le bese la curva de la mandíbula.
Yo tampoco lo sé. Todo este tiempo sin acariciar sus curvas, sus pliegues, sus labios. Sin besarle las clavículas y sin escucharla suspirar. ¿Cómo he vivido antes, y cómo se vive después de esto?
Le cubro la boca cuando su cuerpo alcanza el clímax y se sacude contra el mío. Le muerdo suavemente el lóbulo, con cuidado de no tirarle de los grandes pendientes de aro que lleva colgados, y dejo que se calme sentada en mi regazo. Respira agitadamente y apenas puede mantener los ojos abiertos; me parece lo más bello que he presenciado jamás.
No es hasta que alguien llama a la puerta que volvemos a la realidad en ese baño pequeño y sucio. Me doy cuenta de cuánto contrasta su vestido rojo con esas paredes oscuras y manchadas. Nos peinamos nerviosamente frente al espejo, nos colocamos bien la ropa y salimos del baño sin mirar a la persona que espera a entrar.
Mi primer amor, la chica más guapa que he visto jamás, la persona en la que he pensado noche tras noche durante los últimos años se sujeta a mí, pues aún le tiemblan un poco las piernas. Está sonriendo, y sospecho que el rubor de sus mejillas no es causado solo por el alcohol que anteriormente hemos bebido.
Me pregunto cuántas primaveras habré de esperar para poder tocarla de nuevo.
Ágata Jimena Murga
Primer premio del concurso de microrrelatos eróticos
Me crucé a mi primer amor una calurosa tarde de primavera. Adormecida todavía de la siesta, me dirigía a una cita que había conseguido a través de una aplicación móvil, sin muchas expectativas después de las últimas intentonas.
Parada en el semáforo, crucé la mirada con unos ojos azules que hacía demasiado tiempo que no veía y todo mi cuerpo empezó a reaccionar. No sabía si hacerme la despistada o saludar efusivamente, porque mis piernas estaban paralizadas.
Pero me reconoció y bajó la ventanilla y la conversación empezó a fluir y empezaron los pitidos de otros coches y... Y que si tenía planes, me preguntó. Y a mí se me olvidaron. Así que subí en el asiento del copiloto e intenté centrarme en lo que me decía, pero es que su voz seguía provocando demasiadas cosas en mí.
Fuimos a tomar algo y yo empecé a sentir más calor del que hacía. Noté cómo movía mi pelo más de lo habitual, cómo mordía mis labios después de la risa mientras miraba los suyos y la forma en la que mis bragas se mojaban más y más cada vez que me tocaba sutilmente el muslo.
"¿Nos vamos?", me preguntó, sonriéndome. Y yo le quería decir sí, pero que a cualquier sitio donde pudiéramos estar sin gente. Pero me disculpé y fui al baño y, cuando estaba lavándome las manos, vi la puerta abrirse y sus ojos mirándome fijamente. Sonreí de medio lado y supo que era una invitación.
Se acercó por detrás y empezó a besarme el cuello. Cerré los ojos y cuando me quise dar cuenta estábamos frente a frente. Intenté dar el primer beso pero no me dejó: eran resquicios de un juego que teníamos. La única regla era que antes de la boca, había que besar otras tres partes del cuerpo.
Sonrió con malicia. Le devolví la sonrisa: empezaba el juego. Comisuras de la boca, lo sé, casi trampa. Cuello. Recorrí con el índice desde su cuello hasta la parte baja de la camiseta. Se la subí. Sabía lo que venía a continuación, lo que iba a hacer. Nos seguimos conociendo demasiado bien.
Abrí lo suficiente el sujetador como para poder besar su pezón. Gimió. Y yo noté cómo los latidos del corazón se me colaron entre las bragas. No aguantábamos más, nos teníamos demasiadas ganas y...
Y me desperté. Con más calor del que hacía esa tarde. Me duché y me fui a mi cita. Por un momento, me descubrí buscando unos ojos en cada semáforo. Pero llegué al lugar de la quedada sin interrupciones del pasado.
No estaba mal, conversación interesante, sonrisa bonita. Quién sabe. Me reí de una anécdota y sin querer recorrí el restaurante con la mirada. Y joder. Esos ojos. Ahí estaban.
Se levantó y vino hacia mí. "Qué casualidad, he soñado contigo hoy" me dijo. Y me dio un beso en la comisura de los labios. Y entró en el baño, no sin una última mirada que me invitaba a ir detrás.
Maara Wynter
Tercer premio del concurso de microrrelatos
Me crucé a mi primer amor una calurosa tarde de primavera. Llevábamos mucho tiempo sin vernos y una conversación improvisada se hacía corta para ponernos al día. Me propuso tomar algo. Quedamos en vernos esa misma noche, pero yo no podía esperar.
De camino a casa no dejaba de pensar en él y recordar tantos momentos placenteros a su lado. Llegué a casa, cerré la puerta y me apoyé en ella.
Empecé a humedecerme por el ardor de la nostalgia. Fui con prisa a mi habitación, me senté en la cama, frente a un espejo, y me quité la ropa poco a poco. Me movía con delicadeza, seduciéndome.
Lamí mis dedos, sin apartar la mirada del espejo, y fui bajando por mi torso hasta detenerme en mis pechos. Humedecí mis pezones suavemente con la yema de mis dedos, dibujando en ellos formas de todo tipo, observando como una simple espectadora.
Pensaba en lo que quería hacerle esa noche. En lo que quería que me hiciera. Y seguía bajando lentamente. Mis sutiles gemidos empañaban el ambiente. Los dibujos de mi pecho ya no se distinguían con el sudor. Estaba muy excitada. No dejaba de mirar cómo mi cuerpo se agitaba impaciente, y yo jugaba con él. No podía esperar más.
Deje que mis dedos se deslizaran bajo mi abdomen y me saborearan. Me rocé poco a poco. Mi cuerpo temblaba y suplicaba que lo complaciera, y yo me miraba desafiante y hacía el juego más y más intenso.
Paseé mis dedos, casi como caricias, entre mis piernas. Me apiadé de mí y, con mucha calma, me fui dando lo que quería, incrementando la presión. Cada vez estaba más mojada y gemía más fuerte.
Pensaba en cómo le daría ese mismo placer a él. Imaginaba que eran sus manos las que me hacían retorcerme así. Sin darme cuenta, los dedos de mi otra mano pasaron de mi pecho a mi boca. Los relamí para que ellos me relamieran a mí. Fantaseaba con que no eran mis dedos lo que mi lengua degustaba. Iba a estallar.
Mi mirada afilada disfrutaba atentamente de cada movimiento y me pedía más, y yo cumplía sus órdenes. Deje mis dedos bien empapados y entré dentro de mí, mientras mi otra mano seguía tocándome, cada vez más veloz y apasionada.
Mordí mi labio inferior con fuerza y me abandoné en las sensaciones. Noté que el clímax se aproximaba y quise ver cada pequeño gesto que este me provocara, así que no deje de mirarme a los ojos mientras todo mi ser explotaba de placer.
Me dediqué una última mirada y me dejé caer rendida en la cama. Mi cuerpo seguía extasiado y mi mente reposaba en una nube.
Jadeaba por la energía del momento y sonreía fascinada cuando un ruido me despertó del trance en el que estaba. Era mi teléfono. Me levanté y corrí a alcanzar la llamada antes de que se colgara. "¡Hola! ¿Cómo vas? Yo ya estoy aquí.”
Violeta Ocaña
Finalista del concurso de microrrelatos eróticos
Me cruce a mi primer amor una calurosa tarde de primavera. Sólo podía pensar en Patricio, su rostro, su sonrisa y en esos ojos suyos que me transportaban a los confines más oscuros y perversos de mi ser.
Tan solo con recordar su mirada, mi cuerpo se estremecía y ardía en deseo. Por un momento traté de controlarme, pero era inútil, me sentía deseosa.Comencé a bajar la mano y jugar con mi cuerpo. En mi mente solo aparecía su rostro, sus labios, sus manos abrazándome con ternura.
Mi sexo estaba húmedo e hinchado a tal grado que el simple roce con mis dedos me estremecía. Empecé a moverme con intensidad mientras en mi mente imaginaba cómo él me tocaba, me besaba y me acariciaba de forma salvaje y deliciosa. Ya no quise controlarme.
Comencé a tocarme con delicadeza, pero de manera insistente, deseando que aquello no terminara. Pensaba en su respiración sobre mi cuerpo, en cómo besaba cada centímetro de mi desnudez, en las ganas de sentirlo dentro para unirnos en cuerpo y alma.
Sentí cada caricia y beso suyo como si estuviese junto a mí. Quedé atrapada en esa historia que yo creé. Introduje los dedos en mi sexo, mientras con la otra mano tocaba mis senos desnudos, todo se traslucía en la sábana que me cubría. No sé en qué momento me pasó, pero ya no había marcha atrás, cada caricia era suya y mía a la vez, cada estremecimiento me hacía sentir expuesta y ansiosa.
Nunca antes llegué a tal grado del éxtasis. No pude y no quise controlar los gemidos que emanaban de mi boca. Grité.
De nuevo, mientras recuerdo aquella ocasión, mis labios están húmedos y mi vulva caliente, mi cuerpo arde a tal magnitud que siento venir otra vez esa explosión.
Me derrumbo de placer, me tumbo sobre el colchón. Solo siento mis labios contraerse una y otra vez entre mis piernas, que no paran de temblar. Pero no me detengo: mis dedos ya no responden a mis órdenes, se mueven por propio deseo.
He olvidado a Patricio, aquella historia dentro del recuerdo, ahora solo pienso en lo bien que se siente esto, en que cada vez soy yo, soy este cuerpo que se da placer.
Siento cómo un orgasmo llega nuevamente y me contraigo, dejo salir un suspiro mientras mi cuerpo jadeante arde sobre la cama. Comienzo a esbozar una sonrisa mientras lloro de alegría, esto ha sido magia.
Me quedo mirando el techo, incrédula, cómplice de mí misma. Continúo desnuda sobre la cama, no quiero levantarme. Mi rostro sólo esboza una sonrisa llena de satisfacción.
...
Han pasado varios días desde aquella tarde y no dejo de pensar en ese momento. Cada parte de mi cuerpo tiembla solo al recordarlo, y mis labios se contraen mientras siento la humedad entre mis piernas. El recuerdo aviva algo dentro de mí, un cosquilleo recorre mi ser, y sin pensarlo me toco. Comienzo el juego. Este es mi delirio, mi frenesí, mi éxtasis.
Myriam Guadalupe Sandoval Rivera
Como cualquier otro grupo muscular, el suelo pélvico también debe ejercitarse
Ejercitar el suelo pélvico es una for...
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Como cualquier otro grupo muscular, el suelo pélvico también debe ejercitarse
Ejercitar el suelo pélvico es una forma efectiva de mejorar la salud y el bienestar en muchos aspectos de la vida cotidiana. Y es que tener un suelo pélvico fuerte y saludable tiene múltiples beneficios para personas de todas las edades y géneros.
Qué es el suelo pélvico y beneficios de trabajarlo
Se conoce como suelo pélvico al conjunto de músculos y tejidos que forman la parte inferior de la pelvis y que sostienen todos los órganos de esta zona: vagina, uretra, vejiga, útero y recto.
Con esta definición, ya te habrás hecho una idea de la importancia de tener un suelo pélvico sano y fuerte. Pero si todavía no estás muy convencidx, aquí te dejamos algunos beneficios de trabajar el suelo pélvico:
Aumenta el placer sexual
Un suelo pélvico tonificado puede aumentar la sensibilidad durante las relaciones sexuales y a experimentar orgasmos más intensos y duraderos debido a que sus contracciones son más prolongadas y fuertes.
Ayuda a tratar disfunciones sexuales
Como la dispareunia (dolor genital vinculado a las relaciones sexuales), vaginismos (tensión involuntaria de los músculos de la vagina) o disfunción eréctil.
Previene o mejora la incontinencia urinaria
Y también la incontinencia fecal o de gases y el estreñimiento. Tanto si sufres de incontinencia como si no, ejercitar tu suelo pélvico te ayudará a mejorarla o a prevenir sufrirla en el futuro.
Mayor estabilidad y equilibrio
Como parte del núcleo del cuerpo, un suelo pélvico fuerte puede ayudar a mejorar el equilibrio y la estabilidad, lo que será de gran utilidad a medida que envejezcamos.
Ayuda a la recuperación después del parto
Después de dar a luz, los músculos del suelo pélvico se debilitan, lo que puede derivar en problemas de salud. Por eso, ejercitarlos es esencial para que recuperen su función habitual.
Cómo sé si debo ejercitar mi suelo pélvico
En este punto, lo más importante es que no te autodiagnostiques. Como en todos los temas de salud, lo fundamental es ponerse en manos de especialistas que valoren nuestro estado y nos guíen.
En este caso, dichxs especialistas serían lxs fisioterapeutas del suelo pélvico.
Dicho esto, sí que hay algunas señales a las que puedes prestar atención a la hora de saber si debes acudir al fisio para ejercitar tu suelo pélvico:
1Si sientes incontinencia urinaria o de gases.
2Si sufres estreñimiento crónico.
3Si sientes dolor durante las relaciones sexuales o presión o dolor en la zona pélvica.
4Si estás embarazadx o acabas de pasar por un embarazo.
Valoración de suelo pélvico
Seguro que te preguntas en qué consiste esta valoración. Pues aquí te dejamos los puntos esenciales para examinar el estado de tu suelo pélvico.
Entrevista clínica
Lo primero será responder a una serie de preguntas relacionadas con la vida sexual, la micción, la defecación, la alimentación, la actividad física, historial ginecológico y andrológico, etc. de la persona. De esta manera, lxs especialistas podrán hacerse una idea inicial de su estado de salud.
Valoración postural
La postura corporal también repercute sobre la pelvis y el suelo de la pelvis. Por eso, antes de pasar a la camilla, se hará una valoración de la postura de la persona a examinar.
Exploración externa
El siguiente paso será examinar la zona genital desde el exterior: el color, los tejidos y las contracciones para valorar la fuerza de los músculos a nivel visual.
Valoración vaginal y/o rectal
Ahora sí, toca valorar el estado de los músculos desde el interior, ya sea de la vagina o del recto, así como la posición de los mismos, para asegurarnos de que se mantienen en su sitio.
Diagnóstico
Por último, la persona que te ha examinado te informará sobre lo que ha encontrado. En este punto te dirá si debes trabajar tu suelo pélvico y cómo hacerlo de forma correcta.
La valoración de especialistas y el posterior trabajo muscular te permitirá aumentar el bienestar en muchos aspectos de tu vida. Si quieres saber más sobre cómo ejercitar tu suelo pélvico, pásate por este artículo.
Segundo premio del concurso de microrrelatos eróticos
Me crucé a mi primer amor una calurosa tarde de primavera. Al principio, fingí no verlo y miré el móvil para disimular. Pero él sí me vio. Clavó sus ojos en mí de esa forma tan suya, que no admitía ser pasada por alto.
Yo apresuré el paso y me metí en la boca de metro, seguida por él a cierta distancia. Pese a no verle la cara, sabía que estaba sumamente divertido por nuestro juego. Bajé las escaleras mecánicas que se hundían en la ciudad y me subí al tren.
Por el rabillo del ojo, vi que él se montaba en el último momento, entonces me di la vuelta y lo confronté. Se encontraba a unos pasos de mí y nos miramos, retadores. El metro arrancó y me agarré a la barra sin apartar la vista de él. Estábamos rodeados de gente, pero sentía que nos encontrábamos solos en el vagón traqueteante.
Decidí sentarme. Él sonrió y avanzó hacia mí, sorteando pasajeros hasta colocarse enfrente. Yo estaba sentada y él de pie, por lo que mis ojos no tenían más remedio que mirar su entrepierna, que me pareció ligeramente abultada. Una mujer a mi lado se levantó en la siguiente parada y él ocupó el asiento sin mirarme, como si no me conociera.
Y entonces empezó el juego de verdad. Cuando el tren arrancó, su mano empezó a acariciarme la pierna, con suavidad, casi como por accidente. Sus dedos, fuertes y flexibles, fueron subiendo muy, muy despacio. Yo tuve un momento de pánico y pensé en apartarle, pero su contacto era demasiado tentador y en su lugar lo tapé con el bolso. Con pericia, me desabotonó el pantalón e introdujo la mano dentro.
Comenzó el infierno. Estábamos en un lugar público y mi excitación me hizo sonrojar. Sus dedos alcanzaron mi clítoris y yo clavé las uñas en el asiento. Me di cuenta de que la presencia de los demás pasajeros y el riesgo de que cualquiera nos descubriera en cualquier momento me ponían a mil. Mi respiración se agitaba, mi corazón latía con fuerza…
Él lo sabía y no paraba. Miraba hacia el frente como un pasajero más mientras su mano se agitaba dentro de mis bragas. Sus dedos frotaban mi clítoris, cada vez más fuerte… cada vez con más intensidad… Abrí las piernas todo lo que pude… El tren iba a parar y yo… yo no quería… pero estaba… a punto de…
Me corrí. El placer me inundó y me mojé entera y mojé el asiento del metro. El orgasmo duró varios segundos, durante los cuales me dejé llevar y dejé que el chirrido de los frenos del metro ahogara mis gemidos, que ya no podía ni quería reprimir.
Por fin terminó, justo cuando el vagón se detuvo. Sin aliento y muerta de vergüenza, miré a mi acompañante, que extrajo la mano y se puso en pie.
—Te veo en casa —me dijo con una sonrisa antes de bajarse del tren.
Laura Vizcay Nespral
Finalista del concurso de microrrelatos eróticos
Me crucé a mi primer amor una calurosa tarde de primavera. Y habían sido tantas ya, las tardes en que me lo había cruzado, que no pude evitar invitarla a casa para ver si, por fin, lo nuestro también florecía.
Sonó el timbre y un escalofrío me recorrió la espalda.
─ ¿Qué tal todo? ─le dije mientras pensaba en nada; en nada más allá de ella, en su figura y en lo larga que se me había hecho la espera.
Y como el que espera desespera, la besé, ¿o me besó ella? No lo sé, pero sus brazos me rodearon y ya no supe ni quise soltarme.
La ropa empezó a cubrir el suelo y la usé para guiarme hasta la cama. Allí empezó el viaje: le quité hasta el ultimo centímetro de encaje y le devoré el cuello. Se lo decoraban una serie de pecas que, inconformistas, habían decidido bajar hasta su pecho. Las rodeé con la boca y aquello se convirtió en mi pasatiempo favorito. A ella parecía gustarle: la delataban los gemidos inconfundibles que opacaban el silencio de la habitación.
Acabamos conociendo el uno el sabor del otro, pero aún guardábamos espacio para el postre. Se subió encima de mí antes de que tuviese tiempo para pensar algo más original y, aunque se me hubiese ocurrido, su forma de moverse me tenía demasiado cautivado como para expresarme con claridad.
─Me encantas. ─le confesé sin pensarlo demasiado.
Ciento ochenta segundos más tarde, con la respiración entrecortada, parecía que me hubiese asesinado: el carmín fundiéndose en mi cuello y mi cara postorgasmo la señalaban como principal sospechosa de aquel delito.
Pasé noches enteras rememorando en soledad lo que había pasado aquella tarde. No pasó demasiado tiempo sin embargo hasta que me mudé a otra ciudad, cambié de país y, por ende, de barrio. Seguí paseando y me crucé a muchos más amores, con la ligera diferencia de que no eran el primero ni tampoco primavera.
Finalista del concurso de microrrelatos eróticos
Me crucé a mi primer amor una calurosa tarde de primavera en el parque. Caminábamos en la misma dirección y él aún no me había visto, pero yo instintivamente había posado mi mirada en aquel chico que años atrás había sido el protagonista de todas mis canciones de amor.
Llovía y yo casi me escondía tras mi paraguas como una adolescente tímida; hasta que me di cuenta de que él no tenía forma de refugiarse de la lluvia. Sin paraguas que cubriera su rostro del agua, que se deslizaba por sus labios; sin chubasquero que impidiera que su espalda y su pecho se empaparan del calor húmedo de la lluvia de primavera.
Comencé a imaginarle al llegar a casa, al quitarse la chaqueta chorreante de agua y dejando ver su camiseta blanca, casi transparente, mojada y pegada a su cuerpo fuerte y esbelto.
Un escalofrío recorrió mi abdomen, extendiéndose suavemente por el resto de mi cuerpo. Algo en mí me hizo dar el paso y hablar con él. Tras dos minutos de "¿qué tal estás?", "¡cuánto tiempo!", le ofrecí compartir paraguas hasta su casa y me arrimé a él para cubrirnos.
Pude sentir su respiración, caliente y acelerada al rozar nuestras pieles.Acabó invitándome a subir a su piso, e insistió en dejarme ropa seca para la vuelta. Ni se me ocurrió negarme.
Al llegar a su habitación, comenzó a desvestirse y mi corazón se disparó. Poco a poco noté como se me iba humedeciendo más y más la ropa interior a cadaprenda que se quitaba. Nos habíamos hecho mayores y ya no teníamos cuerpos de críos.
Me desabroché la blusa botón a botón mientras él se giraba contándome anécdotas de los viejos tiempos. Deslicé mis vaqueros mojados por mis piernas y me acerqué a él, casi desnuda, para coger la ropa que me ofrecía... pero no la cogí.
Nos miramos y yo puse mis manos sobre sus dorsales, repasando cada uno de los músculos que creaban el relieve de su cuerpo. Él dejó caer la ropa al suelo y colocó sus grandes manos alrededor de mi cintura mientras yo me acercaba a su cuello.
A cada beso que le daba, con más fuerza me agarraba de la cintura, cada vez que le mordía, más me apretaba el culo. Me lanzó a la cama y recorrió con la lengua lentamente mi cuerpo de arriba abajo hasta llegar a mi tanga, que retiró suavemente para empezar a besarme debajo.
Beso a beso, noté la humedad de su lengua rozando mi clítoris y sentí cómo me derretía sobre aquella cama mojada. Poco después me incorporé y le giré, dejándole bocarriba en la cama. Me coloqué encima de él y besé sus labios empapados de mí.
Empecé a tocarle, primero despacio y cada vez más rápido, hasta que tuve la necesidad de sentir esa dureza dentro de mí. Estaba tan mojada que se deslizó en mi interior, llenándome.
Al principio me moví despacio, disfrutando de cada sensación. Él empezó a tocarme al son de mi movimiento y yo empecé a jadear, a mezclar mis gemidos con los suyos. Casi había terminado y él me dio la vuelta y levantó mis piernas, dejando ver sus abdominales sudorosos mientras me penetraba.
Ya no pude más, la cama se empapó, pero no de lluvia ni sudor. Me di la vuelta mientras trataba de recuperar el aliento y noté cómo se corría sobre mi culo, para después caer rendido a mi lado y dejándome con una pícara sonrisa dedicada a mi yo adolescente: tiempo al tiempo.
La visibilidad trans como vía hacia una sociedad más inclusiva y diversa
El 31 de marzo se celebra el día internaci...
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La visibilidad trans como vía hacia una sociedad más inclusiva y diversa
El 31 de marzo se celebra el día internacional de la visibilidad trans, y es que, por desgracia, aun a día de hoy se sigue invisibilizando la diversidad de identidades de género.
Por eso, hoy y todos los días del año debemos tartar de tener un impacto en la educación y en la conciencia de la sociedad sobre la diversidad de género. Y para que este impacto sea real debemos dar altavoz y escuchar lo que las personas trans tienen que decir para acercarnos a su realidad, de manera que se desmitifiquen los estereotipos y prejuicios comunes sobre la identidad de género.
Y solo de esta manera llegará el día en que todxs seamos lo que queramos y sintamos ser, sin juicios ni presiones.
¿Qué es ser trans?
Ser trans es mucho más de lo que crees, y es que muchas veces caemos en el error de pensar que para ser trans hay que cumplir una serie de “requisitos” o “condiciones” como pueden ser las intervenciones hormonales y quirúrgicas. ¡Pues nada más lejos de la realidad! Ser trans es una cuestión de identidad. Si no te identificas con el género que se te asignó al nacer eres trans, sean cuales sean tus genitales o tu expresión de género.
Y es que, igual que para ser hombre o mujer no hay por qué encajar en los cánones establecidos como “masculinos” o “femeninos”, las personas trans deberían sentirse cómodas identificándose con lo que son sin tener que maquillarse, depilarse, tener un tono de voz más grave o más agudo, tener barba, vestir de una manera determinada... y todas esas cosas que la sociedad relaciona con la masculinidad o la feminidad.
Bien te adhieras a la idea de masculinidad o feminidad que se nos ha inculcado culturalmente o bien construyas nuevas formas de expresión, ser trans es mucho más que eso.
Definamos algunos conceptos
Término que engloba a todas aquellas identidades de género no normativas y aquellas identidades de personas que no se identifican con el género asignado al nacer (agénero, hombre o mujer trans, gender fluid, etc.). Las personas trans sufren discriminaciones interpersonales, institucionales, teniendo limitaciones incluso en los derechos humanos.
Al nacer, se te asigna un género u otro según tus genitales: si tienes vulva se te asigna el género femenino y si tienes pene, el masculino. Pues si el género que se te ha asignado concuerda con tu identidad de género eres cisgénero. El término cis o cisgénero se contrapone a trans.
La cisnormatividad es la tendencia errónea a considerar que todo el mundo es cisgénero (que su género asignado al nacer concuerda con su identidad de género).
La percepción subjetiva y sentimiento interior relativos al género (sentirse hombre, mujer, ninguna de las dos...), al margen de la orientación o las características sexuales biológicas. Lo que sientes es la identidad de género, lo que te define. Y cada persona percibe, vive y siente la identidad de género de una manera distinta.
El género es el conjunto de formas de hacer, pensar y sentir que social y culturalmente se suele enseñar a cada persona según sus características genitales o sexo fenotípico.
El cissexismo es una actitud discriminatoria que entiende como válidas y correctas solo las personas cisgénero. ¿Resultado? La transfobia, que discrimina y ejerce violencia hacia las personas con identidades trans.
¿Sabías que España es el país encuestado con valoraciones más positivas hacia el colectivo trans y no binario? ¡Todo un logro!
La autodeterminación de género es fundamental para una garantizar la dignidad y los derechos de las personas trans y no binarias. Por eso, ¡celebremos el día de la visibilidad trans!
La complicidad en pareja también es esencial en el plano sexual, ¡descubre si conoces las preferencias sexuales de...
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La complicidad en pareja también es esencial en el plano sexual, ¡descubre si conoces las preferencias sexuales de tu pareja!
¿Sabías que la satisfacción sexual va íntimamente ligada a la comunicación en la pareja? Y no hablamos de una comunicación cualquiera, ¡sino de comunicación sexual! Y es que hay parejas que, aunque mantengan una buena comunicación, no se comunican positivamente cuando se trata de asuntos sexuales.
¡Con este test sabrás si os conocéis en el plano sexual! Además, una vez lo hayas completado, recibirás una tabla donde podrás rellenar las respuestas y así compartirlo con tu pareja: lo ideal es que ambxs hagáis el test y veáis en qué aspectos os conocéis y en cuáles flaqueáis... ¡una buena manera confirmar que sabéis lo que os gusta o de empezar a conoceros mejor!
¡Necesitáis comunicaros mucho más!
En la falta de comunicación sexual pueden intervenir varios factores. Puede que seas de esas personas tengan dificultades a la hora de comunicarse por vergüenza o por falta de herramientas. O incluso que no sepas cómo abordar el tema porque no tengas 100% claro qué te gusta. Para combatir estas barreras, es necesario acabar con el tabú que rodea la sexualidad, aprender a comunicar de una forma sana y conocer nuestro propio cuerpo para saber cuáles son nuestras preferencias sexuales.
¡Todavía hay cosas por descubrir!
Sabemos que eres una persona curiosa y que procura no dejar cabos sueltos. Sin embargo, es probable que en ocasiones sientas que te faltan medios para comunicarte mejor y así descubrir todos los entresijos sexuales de tu pareja... La comunicación es todo un arte, y mantener el canal de la comunicación sexual activo es esencial si queremos innovar, descubrir nuevas situaciones y mantener la satisfacción sexual de la pareja... ¡por las nubes!
¡Conoces sexualmente a tu pareja!
¡No está naaada mal! Parece que eres una persona bastante deconstruida y que eres consciente de la importancia de la comunicación y la salud sexual... ¡y que te preocupas por complacer a tu pareja! Eso está muy bien, sin embargo, siempre se puede mejorar e ir más allá para encontrar formas aún más sanas y divertidas de comunicaros. Esto evitará que caigáis en la rutina y que esta haga vuestras relaciones demasiado monótonas.
Con respecto a la comunicación, es muy importante tener en cuenta que, dado que cada persona funciona de una forma diferente, esta es la única herramienta con la que contamos para conocer el funcionamiento único de la otra persona. Somos tan diferentes que es prácticamente imposible acertar por casualidad... ¡así que menos adivinanzas y más comunicación!
Además, puedes hacerlo de una forma súper erótica, y es que el sexo empieza mucho antes de que nos desnudemos. Lo importante es que sepas que no hay una fórmula universal: cada persona y pareja debe encontrar la suya y amoldarla a su forma de interactuar.
¿Y cómo podéis dar el paso para conoceros mejor? ¡Anima a tu pareja a hacer este test y rellenad la tabla que encontrarás en este enlace! En ella podréis responder a las preguntas que se planteaban y así conoceros muuucho más a fondo...
Los testículos pueden ofrecer muuucho placer, descubre cómo estimularlos
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Los testículos pueden ofrecer muuucho placer, descubre cómo estimularlos
Los testículos, casi siempre asociados al dolor por su sensibilidad a los golpes o a las contracciones, también son muy sensibles al placer.
Muchas veces son los grandes olvidados y nos les prestamos la atención que se merecen durante nuestras prácticas sexuales (a solas o en compañía).
Si crees que tienes muuucho que aprender sobre esta zona erógena, aquí te dejamos unos consejos y unos movimientos que puedes poner en práctica para que no te quede ni un rincón del placer por descubrir.
Beneficios de tocar los testículos
SensibilidadEs una zona muy sensible y, por tanto, placentera.
CirculaciónMejora la circulación sanguínea de la zona.
PrevenciónPuede ayudar a descubrir anomalías de forma precoz (bultos, manchas, rugosidades...).
ConocimientoToda práctica te ayudará a conocer mejor tu placer (o el de tu pareja sexual).
Consejos a la hora de jugar con los testículos
Para realizar una estimulación de testículos, es importante empezar suave y delicadamente y aplicar una buena cantidad de lubricante para evitar roces excesivos y fricciones molestas.
Trátalos con delicadeza: su sensibilidad puede ser su mayor fortaleza, pero también su mayor “debilidad”. Por eso, procura tratarlos con sumo cuidado, como si se trataran de un preciado tesoro con la etiqueta de “muy frágil”.
Puedes aumentar el ritmo y la presión de las caricias, el masaje o los movimientos poco a poco. No empieces a saco: lo ideal es ir “calentando” la zona de forma progresiva.
Si la estimulación viene por parte de tu pareja sexual o si eres tú quien estimula a otra persona y no tienes muy claro si le está gustando, la solución siempre es la comunicación. No dudéis a la hora de preguntar o de dar indicaciones... ¡solo así podréis disfrutar plenamente y sin preocupaciones!
Cómo masajear los testículos
Los testículos son unas glándulas que están dentro del escroto (que la piel que los protege y envuelve y los mantiene a la temperatura idónea) y se encargan de producir espermatozoides y testosterona.
Además ¡son extremadamente sensibles! Por eso, utiliza las yemas de los dedos para acariciarlos suavemente. Prueba con las siguientes técnicas:
Guitarra
Rózalos suavemente como si tocaras las cuerdas de una guitarra para acariciarlos.
Bombilla
Estimula todos los rincones y alrededores de los testículos con los dedos y la palma de la mano con movimientos circulares.
Aguacate
Sujeta los testículos como si fueran un aguacate y tuvieras que comprobar cómo de maduro está con las yemas de los dedos.
Efecto frío
Agarra un cubito de hielo durante unos segundos y seguidamente acaricia los testículos. También puedes probar con el estimulante efecto frío.
Vibrante
Utiliza el vibrador masajeador Mini-Diva para jugar con la vibración en los testículos y perineo (si quieres saber más sobre cómo estimular los testículos y el ano conjuntamente, échale un ojo a este artículo.
Boca
Si te apetece, puedes acariciar los testículos con la lengua y con los labios: así tendrás una fuente de lubricante natural y contarás con una herramienta de masaje que se adapta fácilmente a la anatomía de los testículos.
Estrangulación
coloca a la anilla estranguladora Vicky con el pene en estado de erección y disfruta de una estimulación testicular que además te permitirá experimentar nuevas sensaciones y potenciar y alargar la erección.
En lo que a placer se refiere, todo (siempre con comunicación y consentimiento) suma. No te cierres puertas y ábrete a nuevas sensaciones... ¡el cuerpo está para disfrutarlo!